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Acércate

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A cércate, y dime como fueron las últimas noches en aquella ínsula. Declara ante el templo que todo hombre lleva a cuantos amigos perdiste  y cuantos ahora son irreconocibles.  Acércate, porque hay palabras que  deben ser dichas en tono bajo,  como si se le hablara a un padre ya anciano  y henchido de malos presagios.  Acércate más, quiero ver tus ojos, que son también los míos y los de nuestros muertos.  Que tú boca roce mi oreja,  para que lo que digas no se disipe y raudo entre en mi corazón  como quien sigiloso transita por ese riachuelo que divide la vida.

PUENTES

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A Ildiko Hercia M e preguntas qué ha pasado con tantas mujeres que cruzaron, reposaron en mi y que olvide y me olvidaron. Fui un puente capaz de resistir la vertiginosa marcha de los trenes victoriosos. Uno por donde cruzó la desidia y la necedad de los jóvenes. En donde se refugió la hacedora de consignas, la forastera que miraba al mar sin saber que lo era, la pintora que dibujaba al padre y no perdonaba el silencio de su rostro cuando lo trazaba en el lienzo. A hora soy un puente que se quiebra, quizás irreparable, que de nada te servirá aunque juegues a cruzarlo y prometas limpiar el mangle y las voces de aquellos   hombres que al cause de los ríos  arrojaron el arrepentimiento y nunca llegaron a ser escuchados.

TROMPETEROS QUE ANUNCIAN LA VIDA O LA MUERTE DE LOS QUE HUYEN

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L as orquestas  posadas en el atardecer  se preparaban para la semana de los encapuchados.  El sonido de aquellos himnos  era familiar y conmovedor. Ya del otro lado del afluente,  muy cerca de la Aguja Esmaltada,  se hallaban las pisadas de los prófugos.  También lo soy.  Conozco cicatrices en los muros.  Conozco las huellas sobre el arcilloso suelo  y a la jauría a la caza del que huye.  He deslizado mis dedos en paredones inmensos  por cuyas grietas brota el musgo rojizo  que en primavera con seguridad se deshace. 

UN SUEÑO PERDURABLE

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B asta con cuatro arcones y un techo de azogue  para pernotar hasta que llegue la partida.   La casa de cristal donde moraban los fatuos soberanos, será nuestra.  Desde los ventanales veremos al roble  y el deslizarse por el ramaje a las ardillas que nunca mueren. Descubriremos la manera  en que se tumban los ancianos en las bancas,  despreocupados por los signos visibles del ocaso,  donde escuchan sosegados, los graznidos de ciertos cuervos que nunca se sabe de donde surgieron. Cuervos que no devoran los ojos de los insepultos,  que no se posan en los hombros de las muchachas que se ahorcaron  porque los patriarcas nunca le trajeron los prometidos atuendos.   Iremos al pozo que embalsa todas las lagrimas del hombre  y nos las beberemos para nunca volver a llorar.

Poema al pintor y poeta Nikolas H Von Lara

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A Nicolas Lara, pintor y escritor. T al vez algo concluye para alcanzar la  fortuna de haber vivido.  Uno resiente la perdida de lo que ama  cuando  reconoce el valor que han tenido otros amores.  Uno imagina que es posible postrarse sin rencores en lo que ha quedado de uno mismo. Gracias al decursar del tiempo  se comienza a forjar un recuento  de lo que se ha dejado atrás.  Se abren las cartas no leídas,  se perdonan las ofensas  que pensábamos que nos mataban. Cuan flexibles se vuelven las ramas  ante el embate de la tormenta.  El viejo árbol ha resistido  pero ningún tronco puede ser eterno. No hay que preocuparse. Dejad el inventario a los que vendrán. El fardo repleto de fantasías que no se cumplieron. Toca la flauta ante otras estrellas,  sin importarte que el infinito no te escuche.  Patina por las avenidas  que nunca probamos su existencia.   Siempre seremos como aquella  garza  que emprende el vuelo final  y n