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Desenterrar a Heberto.

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'Fuera del juego' 30 años después 15 de febrero de 1998 en El Nuevo Herald ALEJANDRO LORENZO Especial para El Nuevo Herald Este año se cumple el 30 aniversario de que la Unión de Escritores y Artistas de Cuba le otorgara el Premio de Poesía Julián del Casal al poeta Heberto Padilla por su libro Fuera de Juego. Este poemario marcó un paso crucial en la literatura cubana del presente siglo. Entre muchas razones, porque nunca más se le otorgó un premio a un escritor crítico y desafiante al estado totalitario cubano, y la segunda, porque por última vez un jurado de un concurso literario en aquel país, a pesar de las presiones y amenazas por parte de los ideólogos del partido y de la policía política para que no se le diera el premio, actuó con independencia e inclinó la balanza con toda honradez y sin compromisos, a favor de un libro que a ellos les parecía el mejor. De visita en Miami, Padilla responde acerca de qué significa para él Fuera de Juego, de Miami, y de su labor de es

Aniversario de La Cuerda Rota

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Viajera que equivocas el destino final de la travesía,   Que soñabas con recopilar historias secretas   Dentro del mismo vórtice de la sed, la carne  y los huesos míos y de otros.  Que pretendías crear un lenguaje cifrado  para aquellos que nunca volverían a reír.  Si supieras que ese hombre cuando   escribe a media noche siempre espera  a que le derriben a patadas su puerta.   He perdurado frente a una pared gastada y húmeda.  En un pasillo que no conduce a ningún sitio. El que escribe jamás pensó que la vida fuera eso, una pared,  donde no hay  barcos anclados,  ni puertos que reciban a ilustres viajeros,  ni jardines donde ir a reposar,  ni agua sagrada que limpie todos los rencores. Una pared y un interminable pasillo, solo eso. Una pared puede ser cómplice de los secretos de un hombre, pero no lo salva.  Quien buena parte de su vida ha buscado la verdad   cuando cree haberla encontrado  comienza a maldecir el tiempo que se

Acércate

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A cércate, y dime como fueron las últimas noches en aquella ínsula. Declara ante el templo que todo hombre lleva a cuantos amigos perdiste  y cuantos ahora son irreconocibles.  Acércate, porque hay palabras que  deben ser dichas en tono bajo,  como si se le hablara a un padre ya anciano  y henchido de malos presagios.  Acércate más, quiero ver tus ojos, que son también los míos y los de nuestros muertos.  Que tú boca roce mi oreja,  para que lo que digas no se disipe y raudo entre en mi corazón  como quien sigiloso transita por ese riachuelo que divide la vida.

PUENTES

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A Ildiko Hercia M e preguntas qué ha pasado con tantas mujeres que cruzaron, reposaron en mi y que olvide y me olvidaron. Fui un puente capaz de resistir la vertiginosa marcha de los trenes victoriosos. Uno por donde cruzó la desidia y la necedad de los jóvenes. En donde se refugió la hacedora de consignas, la forastera que miraba al mar sin saber que lo era, la pintora que dibujaba al padre y no perdonaba el silencio de su rostro cuando lo trazaba en el lienzo. A hora soy un puente que se quiebra, quizás irreparable, que de nada te servirá aunque juegues a cruzarlo y prometas limpiar el mangle y las voces de aquellos   hombres que al cause de los ríos  arrojaron el arrepentimiento y nunca llegaron a ser escuchados.