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CUENTOS LA FRÁGIL SOGA QUE CIÑE AL CORDERO EL HOMBRE QUE NO QUERÍA SALIR Definitivamente me gusta vivir prisionero . Confeso  Rafael Jerónimo del Castillo. Aunque el calor dentro de la celda sea insoportable. Al permanecer tantos años aquí, me he adaptado a las alambradas, a los soldaditos con sus amenazantes bayonetas, hasta a esos perros pastores que recientemente han traído. Yo acabo de cumplir 83 años, oficial, he sufrido mucho los rigores de la prisión, pero de salud, gracias a Dios, aún estoy fuerte. Mi concubina es un muchacho de nalgas grandes y empinadas. A él le gusta salir afuera a refrescar con agua la cabeza del corderito que nos han permitido criar. Tengo el animal desde hace un año. Le he tomado cariño, sé que el día menos pensado deben degollarlo, tal vez sera en diciembre, si es que lo autoriza la jefatura. Lo comeremos en Noche Buena o fin de año. Una cena con algún que otro de los políticos que quedan en nuestro pabellón, y de esa
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CUENTOS LA FRÁGIL SOGA QUE CIÑE AL CORDERO UN PUNTO EN LA OTRA ORILLA A Rene Ariza IM y a Clara Morera La tarea del recluso consistía en limpiar cada tarde las terrazas exteriores de la histórica fortaleza y prisión de La Cabaña. Precisamente desde aquel sitio, mientras realizaba la faena,  divisaba por unas horas, a su mujer, que dos o tres veces al mes se paraba al otro lado de la bahía en un punto del malecón y extraía de su bolso unos pañuelos, con los cuales creaba un lenguaje cifrado, una especie de clave Morse con telas de seda, que el prisionero descifraba y de esa forma reconstruía un panorama de lo que ocurría fuera del encierro. Un pañuelo blanco y luego otro azul, significaba que ella lo esperaría hasta que cumpliera la sentencia. Un pañuelo verde, que le era fiel y que sus ojos eran sus ojos, y en su frente guardaba para él, los más nobles pensamientos. Un pañuelo amarillo abarcaba el concepto del tiempo: Los niños crecen, los días vuelan, pronto se