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El Inmenso Silencio

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' EL INMENSO SILENCIO A mi buen padre Regresaba de estar con mi padre en sus últimos momentos. Me había esperado, no sé cuánto tiempo, tal vez días, semanas, meses, pero lo hizo. Al parecer fue un gran esfuerzo de su parte, o gracias a un intercambio de favores entre esas dos abstracciones contrincantes que son la vida y la muerte.  Quería despedirse antes de emprender la partida, quizás eso fue un buen argumento que le puso la vida a la muerte ante su obstinada urgencia por llevárselo.  Ida y vuelta, siempre junto a un guardia algo torpe, con las cuencas de los ojos demasiado hundidas, ojos de anciano enfermo, de un tipo que con seguridad no rebasa los treinta. La ida a la ciudad fue en uno de esos cacharros Antonov 24 cuyos motores parecen a punto de caer al vacío, de regreso, en un tren lento, chirriante, repleto de gente que suda, caga, orina por todos los rincones inimaginables, porque la mayoría de los baños están clausurados.  Pasajeros que escarban constante