Acércate
A cércate, y dime como fueron las últimas noches en aquella ínsula. Declara ante el templo que todo hombre lleva a cuantos amigos perdiste y cuantos ahora son irreconocibles. Acércate, porque hay palabras que deben ser dichas en tono bajo, como si se le hablara a un padre ya anciano y henchido de malos presagios. Acércate más, quiero ver tus ojos, que son también los míos y los de nuestros muertos. Que tú boca roce mi oreja, para que lo que digas no se disipe y raudo entre en mi corazón como quien sigiloso transita por ese riachuelo que divide la vida.