LA CRUDA NARRTIVA DE ALEJANDRO HERNÁNDEZ


Por Alejandro Lorenzo.

Quizás resulte algo desmedido, pero se podría ahorrar los tramites y los gastos de viajar a Cuba y tratar de conocer el cotidiano vivir de sus ciudadanos, sencillamente leyendo la novela Algún Demonio 2007 publicada por Salto de Pagina y escrita por Alejandro Hernández nacido en la Habana en 1970 y radicado en Madrid donde trabaja como guionista cinematográfico e imparte clases en la Universidad Carlos III.

En esta novela sus personajes no son héroes, y el autor que los ha creado no brinda propuestas que denuncien o traten de modificar esa realidad que se refleja descarnadamente en todas sus páginas.

Posiblemente para Hernández los personajes se han adaptado a ese horror, que de tanto golpearlos durante medio siglo se ha convertido en parte natural de ellos mismos. Es una especie de épica de la cotidianidad y de un alienado comportamiento humano resultado de un largo desastre social.

De esa forma el autor desmorona mitos. Desarma esa creencia de los políticos e ideólogos de que los cubanos luchan contra o defienden a un sistema que a las claras no los deja avanzar normalmente como ciudadanos. Ninguno señala a los responsables de su actual precariedad, la tónica, la atmosfera que se respira en este libro a lo sumo es: quien sea el que gobierne que sea capaz de devolverle a este país una básica normalidad de existencia.

Algún demonio son historias entrecruzadas de un hoy, donde el lector deberá descifrar cuál será el destino final de cada uno de sus personajes. La trama concluyente es omitida, recurso que el narrador toma posiblemente de la manera en que Hemingway concebía la narrativa: La inmediatez es lo que importa, el resto está escondido y lo debe especular el lector.

La novela empieza con un brutal crimen a un extranjero. Suceso que hace pensar que nos encontramos con una clásica novela policial, pero no, ese crimen forma parte de una violencia sórdida cuyo incremento en los últimos años se va haciendo habitual y también es una trampa de las tantas que sitúa el escritor para mantener la tensión en su historia. Luego enfoca hacia el joven Guido, que con talento demuestra ser un extraordinario orador y lo reclutan para dar discursos políticos itinerantes que ni el mismo cree, tal oficio le sirve para ganarse una beca a China, y allí se queda enviándole periódicamente regalos a su madre Sara y desenfocado como uno de los tantos personajes secundarios.

Rubén, padre de Guido, es un ex-combatiente de Angola con medallas que no le han servido para comer, ex-electricista de oficio y sancionado a prisión por robar gasolina. Rubén posee ese cinismo y pragmatismo propio de los sobrevivientes, ya en libertad entra en el submundo del mercado negro hasta transformarse en propietario de un Paladar, viste bien, ostenta poder, y sabe siempre que camina por un campo minado, porque esa prosperidad difícil de ocultar, siempre se encuentra en peligro de ser barrida por un Estado que le molesta y envidia la independencia económica de potenciales y futuros empresarios privados. Pero para este ex combatiente internacionalista, los riesgos son parte del negocio del futuro. Quizás sea el único personaje con mentalidad que confía en la posibilidad de un futuro mejor.

Tito, el joven recluta de una base aérea y Rubén, se hacen amigos, Tito sustituye a Guido, el hijo ausente. Y este joven inteligente, hijo de una psicóloga y un padre diplomatico, de aspecto inocente, que interpreta los sueños a sus compañeros de la base aérea donde está destinado, resulta ser un asesino en serie, autor del primer crimen del capítulo inicial. Tito está enamorado de Sara la ex mujer de Rubén. Y en este personaje femenino podría afirmarse que descansa la viga central de un íntimo andamiaje humano. Una mujer simple, atractiva, y la que mantiene una cierta coherencia y orden frente a los personajes que giran en torno a ella, incluso cuando su equilibrio se ve en peligro con la llegada imprevista procedente de Estados Unidos de su prima Odalys, con un matrimonio fracasado, una madre senil y con un caótico estado de adicción al alcohol y otras drogas.


Para ahondar en Algún Demonio, su segunda novela, y saber un poco más de la última Oro Ciego también publicado por Salto de Pagina que ha tenido una acogida sorprendente en el mundo del libro, era indispensable hacerle algunas preguntas a este joven autor.

Serviste a los 18 años como soldado en la guerra de Angola, sin embargo en Algún Demonio la guerra en África es un pasado que sirve únicamente como referencia y es tocado en la superficie como muestra de algunos estados psicológicos que pueden tener muchos ex combatientes de aquel conflicto.

Efectivamente no pretendí introducirme en lo que le ocurrió a un militar en la guerra de Angola, primero porque mi experiencia fue en una base militar, no en el campo de batalla. Conozco el ambiente que se respira dentro de una base, y sé lo que genera una guerra en un país distante y desconocido. Por eso me fue fácil en Algún Demonio captar la conducta de Rubén y sus compañeros, incluso la del recluta Tito, pero más que eso, es la historia personal de un amplio sector de los cubanos de hoy y que incluye por supuesto a esos ex militares..

Sin embargo en Oro Ciego vuelves a tocar con el personaje el tema de la guerra en este caso la de la independencia en Cuba y su posterior desenlace. Siempre bajo un ambiente de naufragio colectivo.

Posiblemente exista algún paralelismo. En Oro Ciego mi intensión era narrar algo humano dentro del contexto histórico de lo que fue Cuba 1898. Por eso se me ocurrió contar la vida de un soldado que posterior a la guerra no encuentra nada mejor que hacer que irse a buscar oro a unas cavernas perdidas en Pinar del Rio. Toda una aventura. Tanto en el personaje principal como en los que lo acompañan, han salido de las distintas facetas del infierno, entre las que se encuentra los campos de reconcentración de Valeriano Weyler, considerados los primeros de la historia. Son individuos marcados, desilusionados y por medio de ellos he tratado de desmontar el mito heroico. Por ejemplo: Siempre se habla como si todos los cubanos hubieran luchado por la independencia y si hurgamos a profundidad había más hombres del cuerpo de voluntarios defendiendo el Imperio español que mambises. A la inmensa mayoría de los cubanos de aquella época, lo que les preocupaba era la libertad económica de poder negociar con quienes ellos quisieran, estaban hastiados de un enfrentamiento prolongado y sin salida, y salvo algunos jefes mambises, la mayoría veía bien que Norteamérica entrara en la guerra contra la corona de España, y ganara, como así sucedió.
Hoy día ocurre algo parecido, la gente en Cuba está harta de guerras internacionalistas y penurias.  A la mayoría le da igual que exista un partido o cien, lo que quieren es poner un negocio y prosperar, de la misma forma que lo hace  Rubén en Algún Demonio   o  el buscador de oro Alex Pashinantra en el siglo XIX.  De esas aspiraciones humanas básicas de un amplio sector de la población cubana, con sus correspondientes frustraciones, pequeñas o grandes realizaciones y sus respectivas miserias, son  temas que  me interesan abordar en la literatura y en los guiones que escribo para el cine.

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