ROGELIO FABIO HURTADO: POETA DE LA RECONCILIACIÓN.
Por Alejandro Lorenzo.

En ese espacio literario que promueve Joaquín Gálvez nombrado La Otra Esquina de las palabras, en el Café Demetrio, se presentó la noche del viernes 31 de abril, el poeta y periodista independiente Rogelio Fabio Hurtado nacido en la Habana el 22 de Junio de 1946, de visita familiar por cuarta ocasión en Estados Unidos.

Este escritor que no ha ganado premios importantes internacionales y las grandes editoriales extranjeras no saben tan siquiera que existe, y que hasta ahora no pertenece a ninguna institución cultural en Cuba, resulta una figura que provoca ciertas reflexiones en torno a lo que denominan algunos académicos y especialistas norteamericanos como un intelectual outsider, que traducido, sería un creador al margen , uno fuera del gran juego de las altas esferas de la cultura, alguien atrapado en largos silencios voluntarios o involuntarios, uno casi invisible.

La diferencia insondable en el caso de Rogelio Fabio Hurtado en torno al concepto autsider o marginado, es que no responde a una incapacidad física o mental que le impida normalmente interactuar socialmente como creador en el país en que vive, más bien ese estado parcialmente de relegación responde a una metodología represiva que cualquier estado con características totalitarias impone a muchos de sus artistas e intelectuales o a cualquiera que piense diferente o se oponga en mayor o menor medida a los cánones políticos y culturales establecidos por el Estado y el poder central.

Rogelio Fabio Hurtado ha batallado para no ser un poeta y escritor excluido, y en esa lucha, se le ha ido parte de su vida, pero también con una tenacidad y sin hacer concesiones , ha ganado espacios de participación dentro del ámbito cultural y político dentro y fuera de Cuba. Y sobre todo ha ganado una irreprochable conducta humana.
Como todo creador ha tenido la esperanza de tener un merecido reconocimiento a su obra, y a los valores de pluralidad y reconciliación que defiende, aunque en ciertas etapas de su azarosa vida, también el desánimo se le ha apoderado y haya entrado en la suspicacia de que mientras prevalezca en Cuba el orden imperante, tal reconocimiento nunca llegará a tiempo, y que cuando llegue, puede que sea labor para estudiosos de otras generaciones que quizás nunca conocerá.

Sin embargo, todo este bosquejo tal ves sombrío y desde un punto de vista personal de quien escribe esta reseña acerca de este poeta y su labor literaria, no significa que no tenga un público lector que lo venere, un publico que no le importa que su poesía halla sido publicada en cortas tiradas, y en ediciones casi artesanales por editoriales e instituciones emergentes y a veces efímeras.

La revisión somera de su trayectoria en el ámbito de las letras cubanas, arroja que en 1969 envió un cuaderno de poesía al concurso David convocado por la Unión de Escritores de Cuba donde resultó seleccionado entre los finalistas para una antología titulada Poemas David 69, el premio se le otorgó al joven Raúl Rivero con su cuaderno Papel de Hombre.
Por esa misma época, Hurtado aprovecha la estancia en Cuba del poeta nicaragüense Ernesto Cardenal, para mostrarle su poesía, en su mayoría basada en su experiencia militar en una base de cohetes.

Érase un campamento a dos kilómetros de la Vía Blanca
Donde vivieron más de cien hombres en tres tiendas de lona verde oscura.
Erase una madrugada de guardia cada dos noches. Nuestra ducha fue el rio azul bajo su puente,
Y apenas nos bañábamos en los meses de invierno

Aquella poesía conversacional, de testimonio, le impactó a Cardenal por su relación con la poesía exteriorista que él promovía con ahínco por esa fecha. Al siguiente año cuando Cardenal publica en México el libro de testimonio titulado En Cuba incluye dos poemas de Hurtado: Algunas costumbres de soldados en campaña y 3700 cohetes Canimar Año 64
Sin lugar a duda para Hurtado esos poemas representan mucho, lo demuestra que cuando tiene la oportunidad en cada visita a Miami, incluye uno o dos en sus recitales.
En esta ultima presentación, el Hurra, Hurra de su poema Shelaviekas fechado en noviembre 1984 de su libro premiado en el concurso literario Vitral 2004, resonaron, para asombro de algunos, en el patio del café Demetrio.

Adentrándonos a su recorrido, se suponía que con el respaldo del celebre Ernesto Cardenal, y el reconocimiento en el Premio David, Rogelio Fabio Hurtado empezara un ascenso en su carrera como escritor, pero llegó 1971 y la inauguración de lo que hoy la nomenclatura y sus acólitos nombran con cierta frivolidad o desfachatez, errores del quinquenio gris, y al cual Hurtado nombra en su recién recital, quinquenio negro, que para él y un grupo de escritores y amigos no fueron 5 años, sino décadas de terror, ostracismo, censura, y autocensura.
Son esos años siniestros en que el poeta se une a un grupo de jóvenes escritores y artistas que se congregaban cada noche en el parque de Calzada y K frente a la Funeraria Rivero, y al cual Rogelio Fabio Hurtado en buena parte de su obra le dedica a muchos de ellos un poema, como si se propusiera a inmortalizarlos, como si se empeñara en traer al presente a los que nunca llegaron alcanzar sus sueños, a los anónimos amigos que en mayor o menor medida fueron dañados de forma irreversible por esa rueda trituradora de almas, que como así lo demuestra la historia, ha devorado incluso a los que en su momento la diseñaron o fueron sus cómplices engrasadores.

Son los tiempos en que el sufrimiento y una abrupta, pero afortunadamente pasajera locura, este buen hombre halla un encuentro definitivo con Dios, que resume en ese poema desgarrador titulado Madrugada y publicado por primera ves en Miami en la colección de la editorial La Torre de Papel

En el 1980 tras los sucesos del Mariel, la mayoría de sus más cercanos amigos toman el camino del éxodo, y para colmo, lo expulsan de la Facultad Obrera Campesina del Puerto Pesquero de la Habana donde desempeñaba como maestro de Español, y no le queda otra opción para ganarse la vida que vender flores en la calle, oficio que se prolongó casi por vente años y que lo convirtió, en uno de los primeros de lo que hoy llaman cuenta propista, con una singular modalidad de ser una especie de predicador ambulante de sus ideas, o consejero espiritual de sus clientes, que los esperaban cada mañana para cómprales sus príncipes negros y girasoles para sus santos y sus muertos, y obsequiarle con gratitud por su presencia en sus humildes casas la tradicional tasa de café.

Los que tuvieron la satisfacción de caminar junto a él en esa legendaria venta de flores, puede que se les halla gravado en la memoria aquel pregonar pautado, casi en susurro de: Flores, flores, frescas, por calles y estrechos pasajes de los barrios habaneros de Luyano, Lawton y la Víbora. Y luego de aquella labor vespertina, en la madrugada, en medio del silencio de su casona materna, frente a su gastada maquina Smith Corona, forjaba su poesía, descubría los textos teológicos del monje Thomas Melton, traducía a los poetas rusos victimas del stalinismo y se trasfiguraba para sus íntimos en una inspiradora figura poética.

En el caso de Hurtado el axioma de que el sufrimiento prologando y la soledad pueden truncar la creación, no se ha cumplido. Por su naturaleza ha podido con fluidez fraternizar con todos los segmentos que componen la sociedad cubana contemporanea. Le ha tomado el pulso a esa sociedad desde abajo, mejor que un sociólogo o cubanologo de oficina, Esta experiencia directa y popular han sido sus mejores herramientas que han nutrido parte de su discurso literario y ahora, en la era de la disidencia digital, muy cercano a la bloguera Yoanis Sánchez, para sus crónicas que publica en la pagina web Primavera de Cuba.

Tiene vocación de reconciliador, tanto en el plano político como cultural, con una oferta casi permanente de que todos los cubanos deberían formar una familia que se esfuerce por vivir en armonía a pesar de sus diferencias, de ahí esa paciencia en escuchar a todo tipo de gente, hallarle el lado bueno que tiene el ser humano.

Pero Hurtado especialmente ha establecido un compromiso por rescatar ese pasado específico, sombrío y con forzados silencios que padeció buena parte de su generación. Así este escritor se convierte en alguien que extrae poco a poco y con mucho esmero de la imperceptible gaveta del viejo estante, las reliquias literarias que nunca fueron descubiertas por los gendarmes.

Cada encuentro con Hurtado es pasar escrutinio en el destino de los escritores que ya no están entre nosotros: Esteban Luis Cárdenas, Canto del Centinela (La Torre de Papel, 1994), Leandro Eduardo Campa, y su libro Little Habana Memorial Park (1998), para citar a dos de sus más cercanos compañeros de naufragio. El nos trae con refinado lirismo hasta una oración al mas notable de los vagabundos que deambulaba enloquecido por la calle 23 Mickey Sárraga.


Siempre más andrajoso que ayer, eventualmente dando voces de mando a tropas norteamericanas y soviéticas, o ensimismado, con cierta beatitud en los ojos que brilla bajo el pelo entrecano y las ennegrecidas mejillas sin memoria posible del beso final.

Esa labor de indagación y de tributo, en algo se asemeja a la detallada localización de todos los artistas cubanos dispersos por el mundo realizada por el narrador recientemente fallecido Eliseo Alberto en uno de los capítulos de su valiente novela Informe Contra mi mismo.

Alguien afirma que Hurtado si tuviera suficientes recursos financieros iría aunque fuera por unas horas a la Antártida a encontrase y a compartir con un amigo, sea este un afamado intelectual, como un vendedor de carteritas sintéticas.
R F Hurtado en su segunda visita, junto al desaparecido pintor E Michelson y el  autor. San Francisco CA
Esperó, con sus contradicciones, con sus amores perdidos y sus fantasmas, para salir del oscuro túnel que parecía interminable. Fue una larga espera para que este cronista en versos de la historia no oficial pudiera rencontrarse con su hijo, luego que las autoridades le anularon la prohibición de viajar al exterior. Esperó para rencontrarse con sus amigos de los cuales únicamente sabía por distantes y opacados ecos, esperó décadas hasta noviembre de 1995 para ver impresa parte de su obra cuando obtuvo el premio en el concurso literario Tengo fe en el mejoramiento humano convocado por la conferencia de Obispos Católicos de Cuba con su cuaderno Retorno al Templo

Ven y siéntate, sin ambiciones ni miedo en el callado banco de la iglesia. Ven a compartir tus frágiles decisiones, a curar la impotencia de tus dudas –dejaras las lagunas donde las quiera el silencio-humilde de pensamiento y de obra, ven a ser uno con los débiles que no se justifican.


Quizás por eso en este recital lo presentó su fiel amigo Juan Miguel Espino, narrador y sobreviviente del expedientado grupo de La Funeraria.
Quizás con esa conducta de amor hacia todos, acumulada por tantos años, surge ese hermoso poema fechado en la primavera del 1995 titulado Canción de amigo.

Amigos y amigas, venid esta noche a mi pecho que vela, No me dejéis solo, sentado a mí mesa beberme el pasado. Venid esta noche. Venid y probemos aquel té otra vez, en el grato silencio de la plaza ceñida de azules como una doncella.

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