La Novela de los sueños rotos
Háblame de La Habana', la novela de los sueños rotos
By ALEJANDRO LORENZO
Especial/El Nuevo Herald
Fausto Masó escritor, editor y periodista cubano, radicado en Venezuela desde 1962 se transforma en un explorador de la naturaleza de sus coetáneos con la novela Háblame de la Habana (Editorial Libros Marcados).
Resumir esta narración resulta tarea difícil porque detrás de esos destinos erráticos de sus personajes, se agazapa el paisaje complejo del carácter y la historia de un pueblo. No es ficción el trabajo de este autor consolidado, por sus páginas habita una vibración de lo que ha vivido y ha sido testigo, lo demás son recursos, trampas bien puestas para que el lector con avidez cierre la última página y comience a reflexionar.
Sería conveniente una advertencia preliminar: esta obra puede resultar amarga e incómoda. Y su virtud radica precisamente en esa amargura. En definitiva toda indagación del comportamiento humano desde circunstancias extremas y la búsqueda de una aproximación a la verdad de lo que aconteció, conlleva inevitablemente cierta amargura.
Háblame de La Habana es también un texto sobre la mala memoria, o destinado a los que la han extraviado o la han tergiversado deliberadamente acosados por el bochorno de sus propias faltas. Quizás la propuesta es demostrar que los males del presente no son otra cosa que un resultado o una continuación de los males pasados. Es una sospecha tal afirmación, pero el lector intuye que en este texto se siente que los abismos de los tiempos desaparecen para proporcionarle a la obra una irrefutable vigencia.
La narración comienza en la década del 30 y termina en nuestros días, cuando uno de los personajes secundarios, El Máximo, es un achacoso anciano todavía empecinado en mantenerse en el poder. El mapa se extiende y no sólo se circunscribe en el punto de partida de un pueblecito cubano nombrado Artemisa. En esta novela se viaja, es el testimonio de una diáspora, de una huída y un retorno, del tránsito desesperado por ciudades como el París de los surrealistas, el Miami de los primeros cubanos, o la Caracas de los parias solitarios que aspiran a morir tranquilos en la selva.
Masó es un equilibrista de las letras, juega y combina a todo lo largo de su narración con las herramientas de la cultura universal, junto a la banalidad de la subcultura. Así desmonta mitos y los íconos de una generación, su generación. Sus personajes padecen ese perenne síndrome agónico de no aceptar que son simples ciudadanos del mundo. Tal parece que los delirios de grandeza los aniquilan y que se encuentran en permanente batalla entre la realidad y las aspiraciones folletinescas de una realidad imaginada que nunca llega a cumplirse. El escritor se adentra en la naturaleza del oportunismo y en la decadencia ética, caras feas poco abordadas en la literatura cubana. Esta obra, carece de héroes y heroínas. Y menos de actos heroicos.
Comienza con Catalina la madre, mujer asfixiada por el provincianismo y la brutalidad de su marido, un emigrante gallego propietario de una típica bodega de pueblo, y sus dos hijos: Uni el poeta con aspiraciones a ser precursor del surrealismo en una sociedad habanera que despreciaba y ridiculizaba cualquier asomo de intelectualidad. Este mismo Uni finaliza sus días adherido al carruaje de la revolución triunfante del año 59 cuyos conductores, siguiendo la tradición, lo repudian y manipulan. Verso, su hermano menor, es el pragmático empresario, aventurero, sobreviviente de la debacle, trasformado al final de la novela en un cínico recalcitrante.
Este triángulo nos conduce y nos sacude. Quizás es un exorcismo del autor contra esos pobres diablos ridículos y marginados, que posteriormente se convirtieron en monstruos destructores de su propio mundo anhelado, algunos de ellos, un lector conocedor del ambiente intelectual cubano de antes y después de la revolución, los descubrirá y hasta se tropezará con algunos que aún deambulan entre nosotros, tal vez ahora un poco más arrepentidos, o continuando el sórdido oficio de editar para su conveniencia, su historia personal y colectiva. Tenemos con este libro una voz de peso y la satisfacción de encontrar a un escritor con la maestría de conmover. •
By ALEJANDRO LORENZO
Especial/El Nuevo Herald
Fausto Masó escritor, editor y periodista cubano, radicado en Venezuela desde 1962 se transforma en un explorador de la naturaleza de sus coetáneos con la novela Háblame de la Habana (Editorial Libros Marcados).
Resumir esta narración resulta tarea difícil porque detrás de esos destinos erráticos de sus personajes, se agazapa el paisaje complejo del carácter y la historia de un pueblo. No es ficción el trabajo de este autor consolidado, por sus páginas habita una vibración de lo que ha vivido y ha sido testigo, lo demás son recursos, trampas bien puestas para que el lector con avidez cierre la última página y comience a reflexionar.
Sería conveniente una advertencia preliminar: esta obra puede resultar amarga e incómoda. Y su virtud radica precisamente en esa amargura. En definitiva toda indagación del comportamiento humano desde circunstancias extremas y la búsqueda de una aproximación a la verdad de lo que aconteció, conlleva inevitablemente cierta amargura.
Háblame de La Habana es también un texto sobre la mala memoria, o destinado a los que la han extraviado o la han tergiversado deliberadamente acosados por el bochorno de sus propias faltas. Quizás la propuesta es demostrar que los males del presente no son otra cosa que un resultado o una continuación de los males pasados. Es una sospecha tal afirmación, pero el lector intuye que en este texto se siente que los abismos de los tiempos desaparecen para proporcionarle a la obra una irrefutable vigencia.
La narración comienza en la década del 30 y termina en nuestros días, cuando uno de los personajes secundarios, El Máximo, es un achacoso anciano todavía empecinado en mantenerse en el poder. El mapa se extiende y no sólo se circunscribe en el punto de partida de un pueblecito cubano nombrado Artemisa. En esta novela se viaja, es el testimonio de una diáspora, de una huída y un retorno, del tránsito desesperado por ciudades como el París de los surrealistas, el Miami de los primeros cubanos, o la Caracas de los parias solitarios que aspiran a morir tranquilos en la selva.
Masó es un equilibrista de las letras, juega y combina a todo lo largo de su narración con las herramientas de la cultura universal, junto a la banalidad de la subcultura. Así desmonta mitos y los íconos de una generación, su generación. Sus personajes padecen ese perenne síndrome agónico de no aceptar que son simples ciudadanos del mundo. Tal parece que los delirios de grandeza los aniquilan y que se encuentran en permanente batalla entre la realidad y las aspiraciones folletinescas de una realidad imaginada que nunca llega a cumplirse. El escritor se adentra en la naturaleza del oportunismo y en la decadencia ética, caras feas poco abordadas en la literatura cubana. Esta obra, carece de héroes y heroínas. Y menos de actos heroicos.
Comienza con Catalina la madre, mujer asfixiada por el provincianismo y la brutalidad de su marido, un emigrante gallego propietario de una típica bodega de pueblo, y sus dos hijos: Uni el poeta con aspiraciones a ser precursor del surrealismo en una sociedad habanera que despreciaba y ridiculizaba cualquier asomo de intelectualidad. Este mismo Uni finaliza sus días adherido al carruaje de la revolución triunfante del año 59 cuyos conductores, siguiendo la tradición, lo repudian y manipulan. Verso, su hermano menor, es el pragmático empresario, aventurero, sobreviviente de la debacle, trasformado al final de la novela en un cínico recalcitrante.
Este triángulo nos conduce y nos sacude. Quizás es un exorcismo del autor contra esos pobres diablos ridículos y marginados, que posteriormente se convirtieron en monstruos destructores de su propio mundo anhelado, algunos de ellos, un lector conocedor del ambiente intelectual cubano de antes y después de la revolución, los descubrirá y hasta se tropezará con algunos que aún deambulan entre nosotros, tal vez ahora un poco más arrepentidos, o continuando el sórdido oficio de editar para su conveniencia, su historia personal y colectiva. Tenemos con este libro una voz de peso y la satisfacción de encontrar a un escritor con la maestría de conmover. •
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