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TROMPETEROS QUE ANUNCIAN LA VIDA O LA MUERTE DE LOS QUE HUYEN

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L as orquestas  posadas en el atardecer  se preparaban para la semana de los encapuchados.  El sonido de aquellos himnos  era familiar y conmovedor. Ya del otro lado del afluente,  muy cerca de la Aguja Esmaltada,  se hallaban las pisadas de los prófugos.  También lo soy.  Conozco cicatrices en los muros.  Conozco las huellas sobre el arcilloso suelo  y a la jauría a la caza del que huye.  He deslizado mis dedos en paredones inmensos  por cuyas grietas brota el musgo rojizo  que en primavera con seguridad se deshace. 

UN SUEÑO PERDURABLE

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B asta con cuatro arcones y un techo de azogue  para pernotar hasta que llegue la partida.   La casa de cristal donde moraban los fatuos soberanos, será nuestra.  Desde los ventanales veremos al roble  y el deslizarse por el ramaje a las ardillas que nunca mueren. Descubriremos la manera  en que se tumban los ancianos en las bancas,  despreocupados por los signos visibles del ocaso,  donde escuchan sosegados, los graznidos de ciertos cuervos que nunca se sabe de donde surgieron. Cuervos que no devoran los ojos de los insepultos,  que no se posan en los hombros de las muchachas que se ahorcaron  porque los patriarcas nunca le trajeron los prometidos atuendos.   Iremos al pozo que embalsa todas las lagrimas del hombre  y nos las beberemos para nunca volver a llorar.

Poema al pintor y poeta Nikolas H Von Lara

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A Nicolas Lara, pintor y escritor. T al vez algo concluye para alcanzar la  fortuna de haber vivido.  Uno resiente la perdida de lo que ama  cuando  reconoce el valor que han tenido otros amores.  Uno imagina que es posible postrarse sin rencores en lo que ha quedado de uno mismo. Gracias al decursar del tiempo  se comienza a forjar un recuento  de lo que se ha dejado atrás.  Se abren las cartas no leídas,  se perdonan las ofensas  que pensábamos que nos mataban. Cuan flexibles se vuelven las ramas  ante el embate de la tormenta.  El viejo árbol ha resistido  pero ningún tronco puede ser eterno. No hay que preocuparse. Dejad el inventario a los que vendrán. El fardo repleto de fantasías que no se cumplieron. Toca la flauta ante otras estrellas,  sin importarte que el infinito no te escuche.  Patina por las avenidas  que...

Carta al maestro Carlos Aurelio.

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Al poeta Carlos A. Díaz Barrios H emos arribado tarde a la otra orilla,  y una nueva bestia ha esperado nuestra llegada. A nacer volvimos, cuando la mayoría no quería que hubiéramos nacido. El débil y el fuerte, tú y yo, no sabemos afrontar  la abundancia de tanto reino. Ahorcados somos del colosal bullicio  que de tan grande, enmudece. Buscamos verdades en esa raza donde todavía apalean a las muchachas cuando pintan de carmín sus labios. ¿Entonces qué ha quedado de lo que acarreábamos en aquella  travesía? ¿Valió la pena conferir nuestras manos a otra obstinación? Si detener la marcha conlleva infortunios. ¿Prorrogarla hacia dónde nos conduce? Ningún conjuro vuelve a poner en su sitio lo que aconteció. Al extraviar el verso se tendrá que escribir otro  aunque la propia sombra sea quien lo lea.  Un hombre que abandonó su casa,    le queda custodiar la barca que lo...

El Sacrificio poema en honor a Tarkovsky

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A la memoria del cineasta  Andrei Tarkovsky Transita la noche. El sabio se inclina ante la cruz.  Su mujer duerme y no lo espera a que venga a su lado.  La hija es una piedra  sobre el amplio mapa de las hojas.  El otro descendiente, enmudecido y pequeño,  atraviesa las paredes y como un navegante  busca el carrusel y la luna,  que no son más que cirios encendidos en medio del mar. El Sabio siente que la humanidad pronto sucumbirá, que al amanecer, no estará sobre la tierra. Que un rayo decapitará cada cabeza y nadie tendrá la suerte de renovar sus cantos. Hay Silencio en esa residencia, hay silencio y la nada. Frente a la inmensidad lóbrega que se avecina,   La duda lo cubre, lo transforma, lo hace imperceptible. En esa noche hubiera querido la presencia de la hechicera  que en un juego de ángeles  lo hacia volar por las huellas de su pasado.  El Sabi...

Todo cae y se acrecienta.

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T odo cae y se acrecienta. Caen los ángeles sin importarle que su caída encarne la inclemencia de nuestras apreciadas ilusiones. Caen sobre los bosques de donde surgió el resplandor que ahora llevan los ciervos. Caen y no volverán a ser contemplados porque la esencia de cualquier quimera perdura en todo aquello que se disipa. Caen con el propósito de que los hombres no aspiren sentarse a la sombra de sus alas. Caen porque así cayeron los leones de alabastro que ostentan los reinos para demostrar su poder. Lo que cae, sin dilación, asciende con otro nombre en un ciclo que preserva y devora. Con la ascensión se restablece el orden de lo que fue insólito. Se renueva el garabato en cual se ha escrito la historia del mundo. Cobra esplendor la calcinada tierra, Pasta el ganado en los brazos de ciertos dioses. Al parecer los hombres no pueden estar por mucho tiempo vacíos de ensueños,   ...
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Al narrador colombiano Armando Caicedo E n esas noches amargas, confundo las voces de los amigos que ya no están con el aullido de los perros. Presiento la cercanía del cuervo que calará con el pico los soportes de mi cama. Uno intenta quedar sereno ante desfiguraciones que emanan de la soledad. Pero de pronto aparece una casa a punto del desplome. Sentado sobre el techo, un niño le demanda al cielo que su madre renuncie buscar refugio en la despensa, Ella no ha salido a ver las estrellas, no sabe del pájaro blanco que puntual se posa en el horizonte . El niño exige con vehemencia que al padre le sea devuelto el ojo y la mano.   Ojo para verlo de cerca y mano que le aplaque el espanto. Siempre con la vista fija en las alturas, las piernas balanceándose en el borde de la cornisa, el niño exige recobrar la carta del hermano caído en combate ¿Que habrá escrito bajo el humo de los obuses?   ¿Cuál mensaje no logró trasmitir a los...